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martes, 1 de diciembre de 2009

En las ruinas

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Dic.- 2009

En las ruinas

Se encontraba vagando desolada, por un camino largo e incierto, cargando a sus espaldas el horror del mundo entero, no vislumbraba la alborada, semejando un paisaje del infierno.
Ella cansada se arrodilla y con sus manos en la árida tierra, parecía que algo murmuraba, veía cabizbaja su entorno, como queriendo nadie la mirara, se apeaba para seguir su solitaria andanza.
No se sabe cuánto ha caminado, era como si el tiempo se detuviera a contemplarla, su silueta semejaba una sombra apagada.
A lo lejos avistó lo que parecía ser un viejo templo, al acercarse, notó que sus muros de piedra apenas se sostenían, sus ruinas yacían roídas mientras el gris cielo pareciera que se caía.
El silencio reinaba a su entorno, solo un viento helado apenas le silbaba, su desgastado y lacerado cuerpo la lastimaba y arrastrando sus sangrantes y adoloridos pies, al templo temblorosos la acercaban.
De repente un estruendoso rayo muy cerca cae y con la noche por detrás pisándole los talones, la furia de los rayos hacían todo cimbrar, mientras las grandes piedras del templo caían estrepitosamente al desprenderse.
El aguacero de la tormenta se confundía con las lágrimas que ella derramaba de sus ojos apagados.
Una voz la alertó, una voz grave que dentro de las ruinas apenas se escuchaba, invitándola a pasar, ella cansada, apenas se sostenía, sacó fuerzas de sus flaquezas y casi a rastras se adentraba, apenas unos cuantos metros dentro, cayó desmayada.
Al amanecer, ella se pudo parar y a través de de una tenue luz, proveniente de un gran hueco de lo que fuera un ventanal, ella notó que su cuerpo había recuperado su lozanía, vio una hoja de platanar y encima un trozo de pan y un racimo de uvas frescas, a un lado había un pomito de lo que parecía ser vino, al tomarlos para saciar su hambre, fue cuando pudo vislumbrar al fondo del destruido templo al hombre que la llamara durante la tormenta.
Estaba al fondo del salón, colgando en una enorme cruz de piedra carcomida de un solo brazo mientras que el otro yacía a sus agrietados pies, en múltiples pedazos, parecía que le sonreía y que la miraba con exquisita ternura, ella se arrodilló a sus pies para recoger lo que fuera su brazo y una voz se volvió a escuchar con dulzura.
Hija mía, no te lamentes, he visto que tienes una carga muy pesada que no te corresponde, deja a los demás que carguen su propia cruz, deja que ellos sean los que se acerquen a mí por voluntad propia, el libre albedrío que mi Padre les legó fue para que siguieran por sí mismos el buen camino, pero con tristeza he visto desde los inicios de los tiempos que les atrae la maldad del mundo.
De los hijos de buena voluntad, de los niños será el Reino.
Así que no levantes ni un granito de arena, así me tienen, olvidado, hija gracias por tu nobleza y ve en paz.
No sin antes orar y de dar las gracias, ella se encaminó de regreso a sus pisadas, con un corazón más tranquilo y con una enmienda que desde principios se le dotó, el amor, la bondad y fe. Mientras tanto, en aquellas ruinas de lo que fuera un templo, Dios sigue postrado en su cruz, esperando por sus hijos.

Pili González

3 comentarios:

  1. PILINA: Bellísima prosa.Un apasionado y rítmico trabajo que nos atrapa de manera absoluta, llevándonos por caminos inesperados a todos los que te leemos.
    Un montón de besitos
    AMALIA
    GALA

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  2. tremendo relato, imágenes de pelicula. me gustarón.
    besos

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