2008
Cándida entrega a escondidas
Abrazándonos amorosamente,
besándonos los dos, sin cesar,
nos tendemos al lecho cómodamente
y nuestros cuerpos empezamos a explorar.
Tus caricias llenan mi cuerpo,
mis caricias… te hacer delirar,
abrasados de pasión como fuego,
este ardiente amor, lo vamos a consumar.
Detrás de la pesada puerta cerrada,
apenas se escuchan unas voces preguntar,
¿Mami, por qué estás encerrada?
¿Papi, por qué ruges y no dejas de gritar?
Se enfriaron nuestras ganas,
el encanto pasional se esfumó,
¡Hijos! Aquí ya no pasa nada
y tu papá del susto se durmió.
Cuando vean la puerta cerrada,
es mejor no preguntar nada,
nosotros también nos tenemos ganas,
es frustrante acostarnos vacíos en la cama.
Mi esposo se escondía de la pena,
reprochándome el darles explicaciones,
me veía sonriente y tan serena,
se los dije para que de una vez sepan
y no pregunten más y se hagan a la idea,
de que aun somos jóvenes
y que laten muy fuerte nuestros corazones.
Día tras día,
noche tras noche,
nada de día,
nada de noche,
ya no preguntan,
no hay reproches.
¡Cómo pasan los condenados!
Como si nos estuvieran vigilando,
ya no hay más puerta cerrada,
y en nuestro lecho, no pasa nada.
Moraleja: Mejor nos vamos a un hotel
sin decir a nadie para qué.
Pili González
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